Lyonesse - 3 - Madouc by Jack Vance

Lyonesse - 3 - Madouc by Jack Vance

autor:Jack Vance
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico
publicado: 1989-12-31T16:00:00+00:00


3

Una hora después del alba Cory de Falonges y sus siniestros acompañantes partieron de la Posada del Cerdo Bailarín. Tern, el hijo mayor del posadero, oficiaba de guía y conducía un par de caballos de carga. Afirmaba que el viaje duraría sólo dos días, siempre que no hubiera incidentes imprevistos y siempre que las borrascas del Atlántico no soplaran con todas sus fuerzas.

La columna cabalgó hacia el norte, dejando atrás el desfiladero que pasaba bajo el cerro de Tac, internándose en el valle del Evander; luego tomaron un sendero que ascendía por una abrupta cañada. El camino serpeaba entre rocas desmoronadas, alisos, zarzales y matas de cardos. Un riachuelo gorgoteaba en las cercanías. Al cabo de un trecho, el sendero se alejó del arroyo y trepó por la ladera, zigzagueando hasta llegar a la cresta de una estribación.

Los jinetes descansaron un rato y continuaron la marcha: por la cresta, cruzando páramos pedregosos, vallecillos sombreados por cedros y pinos a lo largo de riscos contra los que se estrellaba el viento, y de nuevo al pie del Teach tac Teach. Ascendieron por abruptas escarpas y sinuosidades, y por fin salieron a los brezales altos. El sol se ocultaba detrás de las nubes del oeste. Bajo el refugio de trece altos dólmenes, el grupo acampó para pasar la noche.

Por la mañana, un sol rojo se elevó por el este mientras un viento del oeste enviaba nubes bajas sobre el brezal. El grupo de aventureros se acurrucó alrededor del fuego, cada cual sumido en sus pensamientos y tostando tocino en un espetón, mientras el potaje bullía en la cazuela. Trajeron y ensillaron las monturas; encorvándose ante el viento helado, los viajeros se internaron en el brezal. Los peñascos del Teach tac Teach, elevándose en solitario aislamiento, se redujeron a izquierda y derecha. Allá delante se erguía el monte Sobh.

La senda había desaparecido; el grupo cabalgó por el páramo abierto, y sorteó los flancos del monte Sobh; atravesó un chaparral de pinos y un súbito panorama se abrió ante ellos: riscos y laderas, valles oscuros poblados de coníferas, brezales bajos y una bruma turbia y cerrada.

De alguna parte apareció otro sendero que descendía por el declive internándose en un bosque de pinos y cedros.

Algo blanco relucía más adelante. Al acercarse, el grupo descubrió el cráneo de un alce clavado al tronco de un pino. Tern frenó el caballo.

—¿Qué ocurre ahora? —preguntó Cory.

—Yo no seguiré —dijo Tern—. Detrás del árbol cuelga un cuerno de bronce. Sopladlo tres veces y esperad.

Cory le pagó con monedas de plata.

—Nos has guiado bien. Buena suerte.

Tern volvió grupas y partió, dejando los dos caballos de carga.

Cory escrutó a sus compañeros.

—¡Este de Roma! ¡Tienes fama de músico! Encuentra el cuerno y sopla tres notas que retumben en el valle.

Este de Roma se apeó y se acercó al árbol, donde encontró un cuerno de bronce de tres vueltas colgado de una clavija. Se lo llevó a los labios y sopló tres notas fuertes, dulces y resonantes.

Pasaron diez minutos. Travec se alejó un poco de los demás.



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